lunes, 14 de diciembre de 2009

UN DÍA COMO CUALQUIER OTRO


Un día como cualquier otro, el metro lleno, el bullicio de la gente, todo es monotonía, el desvelo por levantarse temprano, la pesadez de ir a trabajar, el pensamiento del trabajo que falta por terminar y hay que entregar el día de hoy.

El metro se detiene en la siguiente estación, mi pensamiento –Solo falta que esta mugre se atasque de más gente- fastidio.

De repente la veo, sube un ángel al vagón, una chica hermosa, cabello largo, ondulante, color castaño oscuro, tez blanca, con ojos claros como aceitunas, mejillas delicadas, rasgos finos, de cuello largo y delgado, esbelta figura y perfectamente torneada, con un vestido rojo y flores blancas en su caída, y unos lindos zapatos que hacían juego.

Varios hombres dentro del vagón la notaron, algunos otros ni atención le prestaron, parecía que solo yo lograba apreciar la magnitud de su belleza, esa caída del cabello, esos hombros finos y delgados, seguidos por unos brazos hermosos, y unas manos delicadas.

Debajo del vestido se alcanzaba a apreciar su estructura, su espalda delineada, un busto delicado y firme, abdomen esbelto, caderas torneadas que le haría erizar la piel a cualquiera, piernas largas y esbeltas, finos tobillos... simplemente perfecta.

Ya no me podía concentrar en otra cosa, solo exista ella en ese momento, sentía la necesidad de estar con ella, de acompañarla, y miles de pensamientos se atravesaban por mi mente, - ¿Cuál será su nombre?, ¿Tendrá novio?, y ¿Cómo sería el desgraciado?, si yo estuviera con ella sería el hombre más feliz del mundo-.

Mi imaginación volaba, desde una paseo al cine, hasta los momentos mas íntimos como pareja, cómo sería besarla, cómo seria abrazarla, acariciarla en todo su delicado y hermoso cuerpo, hacerle el amor y el darle cariño hasta hacerla llegar al éxtasis, sentir su cuerpo desnudo sobre el mío agotados después de una noche apasionada.

¿Porque es tan difícil el hablarle sin una razón aparente a una completa extraña cuando vas por la calle? Tal ves sea la chica que se ha estado esperando, pero por miedo a que vaya a pensar no lo hacemos, el no se vaya a ofender, tal vez, inseguridades propias, o tal vez las normas culturales no escritas de nuestra sociedad.

Más bien pienso que es lo primero, y solo me limito a dirigirle una leve sonrisa; pienso: – Eres patético, ¿y así quieres que se fije en ti?, que más da lo que piense, tal vez no la vuelvas a ver nunca -.

Mis pensamientos se detuvieron de golpe, era su parada, y bajo del vagón, me limite solo a observarla, y ver como se alejaba; un pensamiento, -patético-, de nuevo el vagón como al principio, y de regreso a la monotonía de siempre, un día como cualquier otro.